Bienvenidos al blog Crónicas Aldeanas, creado por Félix Anesio, para la difusión de mi obra literaria y la de todos aquellos que deseen colaborar. Asimismo, servirá para la promoción de otras manifestaciones artísticas y culturales.

Tale of Two Villages, created by Felix Anesio, for the promotion of my literary works, as well as any other participants who wish to collaborate. Also, this blog will promote other artistic and cultural manifestations.

jueves, 29 de noviembre de 2012

"... soy el azar que se traduce en vano." jose manuel caballero bonald premio cervantes 2012.


 
 
 
... soy el azar que se traduce en vano.
 
 

 
 
 
 
 
 
MI PROPIA PROFECÍA ES MI MEMORIA


Vuelvo a la habitación donde estoy solo

cada noche, almacén de los días

caídos ya en su espejo naufragable.

Allí, entre testimonios maniatados,

yace inmóvil mi vida: sus papeles

de tornadizo sueño. La madera,

el temblor de la lámpara, el cristal

visionario, los frágiles

oficios de los muebles, guardan

bajo sus apariencias el continuo

regresar de mis años, la espesura

tenaz de mi memoria, toda

la confluencia simultánea

de torrenciales cifras que me inundan.


Mundo recuperable, lo vivido

se congrega impregnando las paredes

donde de nuevo nace lo caduco.

Reconstruidas ráfagas de historia

juntan el porvenir que soy. Oh habitaci6n

a oscuras, súbitamente diáfana

bajo el fanal del tiempo repetible.


Suenan rastros de luz allá en la noche.

Estoy solo y mis manos

ya denegadas, ya ofrecidas,

tocan papeles (este amor, aquel

sueño), olvidadas siluetas, vaticinios

perdidos. Allí mi vida a golpes

la memoria me orada cada día.


Imagen ya de mi exterminio,

se realiza de nuevo cuanto ha muerto.

Mi propia profecía es mi memoria:

mi esperanza de ser lo que ya he sido.


(De "Memorias de poco tiempo", 1954)



ASPIRACIÓN A LA ALEGRÍA


En mi aposento, asaltado a veces

por el hosco lebrel

de la esperanza, palpando

entre mis manos su vaho turbador,

juzgo ahora

mi propia aspiración a la alegría.


¿Podrá existir (digo en la noche)

una palabra, la única

sobreviviente, donde pueda

almacenar mis sueños, defenderlos

de toda vanidad, irlos

purificando en mi interior

tiranía callada, reagruparlos

en una misma fuente igualatoria?


Pero estoy solo frente

al llamamiento del mundo: amo

su fundación, vigilo

sus mudanzas, trabajo cada día

en las contestaciones

de mi propia experiencia, junto

mi vida en un papel.

Y las palabras,

al borde de ser dichas, próximas

ya a mi sueño, pretenden

suplantarme: soy el azar

que se traduce en vano. (Nadie

puede ser el espejo de sí mismo.)


Feliz aquel que nunca

puso nombre a su vida.

 
Breve nota biográfica:
Nació en Jerez de la Frontera, en mil novecientos veintiséis, de madre francesa y padre cubano. Estudió Astronomía y Letras y fue profesor de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad Nacional de Colombia.
José Manuel Caballero Bonald, Premio Miguel de Cervantes 2012.

sábado, 24 de noviembre de 2012

ansias, un poema en mi blog... (ilustración margarita garcía alonso)


 
 
Cuadro de Margarita Garcia Alonso.
 

Ansias

 
Mis párpados
                                     caen
como cortinas
                              del ocaso
se llevan todos
                           los colores
las texturas
                         y las formas. 

 

Mis párpados me
                               arrastran
hacia un mar terrible
                               distante
de mi piel

donde sólo habitan
                         impalpables
los sueños.
 

 

Mis sueños
                           nada dejan
me traicionan
                               alevosos
dibujando otras vidas
                             a mi vida. 

 

Y cada noche
                       endemoniada
suceden esos
                       raros excesos                               
sin poder apenas 
                                 evitarlo. 

 

Ansío la noche única 
                       y definitiva
en la que no pueda
                          sino yacer
bajo el fuego de otra piel
                       apasionada
que se funda por siempre
                        con la mía
 

Sin párpados cerrados
                     y sin sueños.

 

 

Félix Anesio, Noviembre 2012.

 

 


martes, 20 de noviembre de 2012

Carta a Isidro


 

 
Carta a Isidro

S

abes lo que más añoro de nuestro tiempo en la universidad, Isidro? ¿Sabes cuál es la memoria que ha sido recurrente en mi pensamiento en estos días pasados? Te lo diré, Isidro, aunque nunca me permitiste hablar. Cada vez que abría la boca para decir algo, cualquier cosa, ahí estabas tú de nuevo, interumpiéndome con tu encendida manera de hablar. Y yo tenía muchas cosas que decir. Aunque nunca te culpé; tú eras un respetado ingeniero y todo el mundo te quería y te elogiaba. Yo, por mi parte, sólo era un humilde profesor de literatura y aunque mucha gente también me quería, nunca tuve tantos admiradores como tú. Sí, estoy orgulloso de decir que nunca antes te envidié, Isidro. Tú no eras más que otro pez en el acuario esperando ser alimentado; otra hormiga buscando provisiones que llevar a la reina… Pero me estoy desviando de lo que iba a decirte.

¿Recuerdas el día que entramos a la universidad? Alguien había escrito en la pared gris de mi dormitorio:

Bienvenido Welcome Willkommen Bienvenue

con grandes letras blancas. Y cuando finalmente dejamos la universidad, quiero decir, el último día de clases, álguien había escrito en la pared opuesta:

Adiós Goodbye Auf Wiedersehen Au Revoir

Nunca supe quién escribió esos letreros. Nunca pregunté. No sé si fuiste tú, o si fue el impetuoso Ñico. ¿Te acuerdas de él? Ñico falleció hace algunos años en Camagüey, de cáncer hepático… De todos modos, yo me sentía muy extraño y solitario ese último día en la universidad. Yo no quería marcharme; yo nunca quise marcharme.

Te escribo todo esto, Isidro, aquí sentado en mi terraza, mirando los techos de las arruinadas casas del vecindario. Hacía mucho tiempo que no me asomaba a esta terraza desde donde la ciudad toma el aspecto de un bosque tupido en que apenas se divisan algunos techos vetustos de oxidado zinc, ya irreparables, intercalados entre árbol y árbol. Estoy recordando las muchas horas sin luz que convertimos en tantísimos minutos de conversaciones, impregnadas de esa nostalgia inspiradora y creativa que permea siempre las charlas de los buenos amigos... Hoy, precisamente, me pregunto, ¿hacia donde se ha desvanecido mi vida? ¿Acaso alguna vez me encontré a mí mismo o sólo estuve fluyendo, inerme, a merced de la corriente de una marea abismal? No; nunca me dejaste expresarme; ahora es mi oportunidad. Y estoy tratando de decirte todo, tratando de comunicarte todas mis angustias y temores, así como los breves instantes de felicidad vivídos. Pero más que nada, estoy tratando de sentirme avergonzado, apenado a causa de tu condición… tu enfermedad terminal.

Pero no sé que decir. No sé como acercarme a mi mismo, a este escabroso tema, y de tal modo poder acercarme a ti. Sólo puedo hacer que me recuerdes de alguna manera, o por lo menos urgirte a que recuerdes esos cortos momentos de elocuencia que me definen. Y sí, estoy abrumado por la cólera, Isidro, abrumado por la cólera, porque hay personas que no debían perecer; que no debían claudicar ante ese mismo obsceno proceso de la muerte. Tú no deberías partir, Isidro; no puedes y no debes, porque si no, te convertirías en una sombra que ha pasado fugaz. Abandonarías este mundo por toda la eternidad. ¿Quién, entonces, recordará esos momentos prodigiosos que compartimos en esta amada Isla, cómo niños, cómo profesionales?

Sin embargo, esa memoria se ha estado repitiendo a sí misma una y otra vez, como una recurrente y solemne nota de un piano desafinado. Oh, ese último día... Me recuerdo caminando aquellos laberínticos pasillos con torpeza; respirando agitadamente y con mi corazón batiendo en mi pecho como un ominoso gong. Es un pensamiento terrible; y no quiero que esto ocurra de nuevo. Empero, está ocurriendo de nuevo, Isidro. Ahora soy yo quién debe decirte adiós, porque estás murie…¿Por qué debería yo? No estoy listo; nadie lo está…

Y sigo aquí, sentado en la otrora jubilosa terraza, tan cercana al cielo, esperando por la nublada hora del sueño, pensando además en otras cosas. Estoy recordando a tu esposa cuya temprana muerte fue tan lamentable; como ella acostumbraba a llamarte —con su peculiar manera de reir— frío y duro y reservado. Tengo que admitirlo: nos la arrebataste, incluso aún cuando yo trataba de cortejarla. De todas maneras, ella siempre fue tan solícita con todos nosotros, que eso la hacía verdaderamente inolvidable. Yo la admiraba especialmente, Isidro, porque ella te admiraba a ti. Y tú la amabas de veras. La amabas tanto, que aún permaneces viudo. Al menos, tu carrera (ahora ya desvanecida) y tu hijo han sido tu consolación.

Pero además estoy pensando en otras cosas. Cosas felices, Isidro. ¿Recuerdas cómo actuabas con indiferencia hacia mí cada vez que trataba de pertenecer a tu grupo, cuando éramos tan jóvenes? Una vez, fuí parte de esa magnífica troupe por un solo día; luego tú y Ñico me expulsaron porque decían que me quejaba demasiado.

¿Y recuerdas cuándo, más tarde, siendo aún adolescentes, nos tornamos obsesivos con el rebelde actor polaco Zbiegniew Cybulski? Y vimos tantos filmes de él como fue posible. ¿Recuerdas lo animados que estábamos y a la vez tristes, cuando vimos Todo Para Vender a finales de los sesenta, que aludía a su prematura muerte (¿o fue asesinato?). ¿Por qué todas estas remembranzas? ¿A qué propósito sirven, sino sólo para recordarme de mis presentes angustias? ¿Pero sabes qué? Una extraña sensación me anima a creer que alguien ha estado escribiendo nuestras memorias; escribiéndolas como cuentos, y está a punto de publicarlas. No obstante, podría decir que me produce una cándida satisfacción saber que alguien las esté recreando, ya que de otra manera se hubieran perdido inexorablemente.

Me duele que hayas partido; y me duele haberme quedado. Y ahora estás muriendo. Tú estás muriendo, pero al menos sabes que tiempo de vida te puede quedar. Yo también estoy muriendo, poco a poco, pero sin una fecha fijada. Esa lenta y anómala muerte es peor aún…

Ahora, déjame hablar, ya que nunca antes me lo permitiste. Pienso que estabas tratando de protegerme de algún modo, posiblemente de mí mismo. No lo sé. Nunca lo supe, como tampoco supe quién escribió aquellos letreros en la pared gris de mi dormitorio. Pero agradezco que ahora me estés escuchando, no porque yo esté haciendo que me escuches, sino porque te sientes inclinado a ello. Quizás esté equivocado al escribir esta carta. Todo lo que sé, es que tú estás muriendo. Y no quiero que esto ocurra de nuevo…


Sinceramente,

J. Sancho
 
Guantánamo, Abril 2000

jueves, 15 de noviembre de 2012

elegía, un poema en mi blog...


Elegía  

 

                                           a Janis, Elis y Edith. 
 

 

Hiere verla cantar bajo las frías luces del estudio,

ajenas a la calidez de su presencia; a la inmanente luz

de su alma grande, y frágil, y de niña vulnerable

que cuenta sus dedos otra vez, desesperada.

 

Una reina echa a volar sus prodigiosas manos como

miles de palomas blancas flotando en el aire enrarecido

del Olympia; cayendo en un éxtasis que escapa a lo

humano, y que tal vez un día comprenderemos.

 

Pimentinha, al sur del mundo, enamorándose de las

Aguas de Marzo que la arrastran furiosas e implacables;

toda música ella misma, dueña de la música ella misma

y que Dios nos concedió benevolente, y sin reparos,

porque así estuvo escrito, desde siempre, en la Palabra.

 

Se han marchado lejos, muy lejos; reposan donde mora el eco.                     

Ahora son etéreas; nada las alcanza, sólo acaso una plegaria

que consuele este terrible silencio de orfandad que nos deja ya

                           sin luces,

                              sin ritmos,

                                 sin aplausos

                                    y sin cantos.
 

La otra no ha cantado aún, y ya se muere…

 
 
 

 
 
 
 
 
Muchas gracias a todos...
 
Felix Anesio
Miami Nov. 2012.
 

domingo, 11 de noviembre de 2012

hay un poeta en jijona que se llama luis cremades...


 

 
 
hay un poeta en jijona que se llama luis cremades…


Hace unos días tuve la suerte de escuchar al poeta Luis Cremades recitando “Los días negros”. Desde los primeros versos (o compases, digamos) comencé a sentir una música llena de gracia y de cadencia. Incluso, dejé de pensar por momentos que se tratara de un recital de poesía, ni que en el mismo habrían de primar las palabras; es más, el hecho literario que refiero se transformaba, por esa magia que sólo el arte puede producir, en un hecho de una naturaleza diferente, musical, que podía ser comparable a entrar en un teatro y sentarse cómodamente para escuchar una orquesta de cámara ejecutando una armonía perfecta. El libro en sus manos se convertía en una partitura; los matices de su voz, en los instrumentos. Era una música enamorada de la palabra, y no lo contario. Se mostraba ante mí, ese diálogo extraño en que se confunden los límites de las artes en la epifanía de un sincretismo deslumbrante.

Me sentí absorvido por la cadencia y el aire de una música de encanto que hurgaba “en las heridas y los gozos con que el amor marca el cuerpo”.

El propio autor declara, ya en otro contexto, que: “los límites hacen humano el arte, igual que éste humaniza a los humanos, los vuelve frágiles a la vez que dispara su imaginación”. Yo creo que Luis Cremades tiene esas razones ya comprobadas, en esta, mi experiencia personal, en la que el alquimista produce su oro descubriendo como se transforman las palabras en notas, y en silencios, mientras la partitura yace dócil en sus manos.

Sólo corresponde a ustedes apreciar lo que les cuento, sobre todo si leen en alta voz, en la intimidad de su habitación, preferentemente en las altas horas de la noche, el poema que cito a continuación.


Los días negros.

El mar, Omar, amar

los días negros que pasé contigo,

las noches de muerte y despedida,

los silencios de agonía,

la lucha por dejar atrás la vida.

Tu silencio era tan grande

que se podía vivir en él.


El mar, Omar, esperaba

y no supe responder,

ni se donde te ha llevado

la corriente, la trama

extraña de los días. Quién

sabe donde o con quien

duermes, a quien

brindas el lujo callado

de tu presencia viajera.


No supe entender tus señas,

agradecer tu cuerpo.

Pido disculpas y que el cielo

perdone mi torpeza.

He peleado Tanto que perdí

el instinto para el amor,

si es que lo tuve alguna vez.


Omar, amor, el mar espera,

Omar que el cielo quiera,

amor, Omar, que vuelva

a encontrarte junto al mar.


Les agradezco como siempre su atención, así como la generosidad de Luis Cremades por permitir la publicación de su poesía en mi blog.

¡Tengan todos un feliz domingo!


Félix Anesio.

Miami, Domingo 11/11/2012
 
 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La canción del punto, un poema en mi blog.





La canción del punto 
 

Es un mínimo signo ortográfico,

todo un enigma; un arcano

que en sus pretensiones alegóricas

pretende ser un rutilante Aleph,

pero no lo consigue.
 

Es sólo un punto decadente y lánguido

—como nunca lo fuera Marcel Proust—

Es, quizá, una leve pista que intente

resolver los aterciopelados entreveros

de un film de David Lynch,

visto ayer tarde, en compañía

de una amistad que se deshace.
 

No será entonces, una diatriba final;

tampoco el cierre de crónicas pasadas.
 

Es sólo un unánime punto, solitario y falaz.
 

Aunque bien podría ser, 




—redimiéndose a sí mismo—,

parte de una exclamación

al estilo expresivo de Cioran;

y entonces, significarlo todo:

inicio

            sucesión

                                y fin

de nuestra vida.
 

 
 
 
Felix Anesio. Miami. Noviembre, 2012.

domingo, 4 de noviembre de 2012

aprendiendo a ver las cosas... natasha pb.


Cinematográficamente aprendí a ver las cosas que me habían rodeado desde siempre, con los ojos de Antonioni. Reparé en mi ventilador, pobre y chino, en mis almohadas gastadas por el uso, en mis heroicas botas —eran tiempos universitarios, ya sabemos dónde—, en mis apilados libros de texto y en los otros, en algún crucifijo colgado en la pared; y en las prendas de mi madre, que eran pocas, pero hermosas piezas decimonónicas: esas que hoy hereda mi hija repitiéndose la amable visión ad infinitum... Más hoy, sorprendido nuevamente por las cosas de esta vida, reaprendo a ver de nuevo: me asomo al portal de Natasha PB y veo objetos decorativos sorprendentes, únicos e irrepetibles; objetos con alma, que sólo un alma sublime puede concebir y lograr con sus manos. Algo escapa a lo humano en esas joyas de piedras semipreciosas y metales maleables extrañamente combinados en sabias e inesperadas proporciones, texturas, y formas.  

Y esta reflexión hoy la comparto con ustedes, mis lectores, que de seguro coincidirán que la belleza de estas piezas conmueve; que el arte de esta recia mujer nos permea, nos cala en lo profundo, inexorablemente. Así, continúo agradeciendo esta tarea constante de aprender a ver las cosas, en tanto sean producto de eso que llamamos arte, vida, sueños…
 

¡Gracias, Natasha, por el fruto de tus manos!

Natasha en una reciente exposición en Miami.
 




sábado, 3 de noviembre de 2012

un prólogo de félix anesio...


 
 
Prólogo

García Lorca, hacia 1918, a todas luces deslumbrado por las Poesías completas de Antonio Machado escribió, encima del libro, un poema que hoy es considerado su primer manifiesto poético y que luego devendría en prólogo con el título de Sobre un libro de versos. El entonces bisoño poeta granadino escribe al final del hermoso poema:

                                                Como en el horizonte
                                                Descanso las miradas.
                                                Dejaría en el libro
                                                Este, ¡toda mi alma!
           

            Y es que la literatura, especialmente la poesía, puede provocar el éxtasis y despertar las más fuertes emociones. Doy fe de ello… He sido siempre un ferviente enamorado de las palabras; desde pequeño me dí a la tarea de leer apasionadamente, pocas cosas me producían tanto placer como un buen libro; así comencé, guiado por solícitas manos entre libros de ordenadas bibliotecas ajenas. Con el paso de los años, ya en plena adultez, he llegado, en gesto de soberanía y de madurez intelectual, a escoger mis propias lecturas, las que decido según mi gusto personal. Leo, siempre que puedo, todo lo que me gusta, todo lo que me da placer leer, así como lo hiciera también Dylan Thomas; sólo el Tiempo es mi única preocupación: ese gran enemigo de toda obra humana; el mínimo tiempo indispensable que la vida pueda concedernos para emprender nuevas lecturas, nuevas aventuras estéticas y nuevos proyectos.
 

            Hoy llega a mis manos (¡Deo gratias!) un nuevo poemario cuyo solo título presupone la entrega absoluta de su creador Arístides Vega Chapú. Lo hojeo al azar (no puedo evitar esa vieja costumbre) y me tropiezo con esta lancinante idea poética:
 

                                          Escribo a merced de morir,
                                         cuánto miedo me produce la belleza.
 

            Impresionado por estos versos—y otros tantos— y ante el presentimiento de una sinceridad que no trafica con gratuidades, facilismos, o con la mera muestra del oficio de escritor experimentado, hecho y laureado —si es que acaso ese oficio pueda aplicarse a la poesía— leo cada poema, los releo, vuelvo al título que en sí mismo constituye todo un manifiesto poético, una confesión muy íntima, una profesión de fe: Sagradas Pasiones.
 

            Nombrar así un poemario presupone un acto de valentía rayana con el heroísmo; una profunda urgencia del espíritu que aflora como un grito de fe y libertad de su autor, quien nos confiesa antes, haber escrito con heroicidad sus versos, entregándose al abismo tan solo para disfrutar de la caída.
 

            Ya conocía algunos libros de Vega Chapú; también, de su encomiable labor como promotor cultural en la Isla más distante; del respeto que goza allá, así como en otras latitudes. Más debo decir que hay algo curioso en este prólogo, y es que lo he escrito sin haberlo conocido aún personalmente, sin haber sostenido siquiera un breve diálogo —género literario tan válido cuando se trata de investigar las más hondas motivaciones de la entrega. No obstante, obviando esas nimias barreras de la (in)comunicación, me sumerjo en las profundas aguas del poemario en el que muchos lectores podrán verse identificados según sus propias experiencias de vida, atreviéndome a asegurar que se conmoverán ante las pasiones develadas como una estampida de los Cristos del alma vallejianos, con un alto lirismo.
 

            No sería hiperbólico, ni desmedido, declarar que Sagradas Pasiones es, hasta la fecha, el poemario más hermoso de Vega Chapú, criterio que compartirán muchos lectores y que el propio autor no desdeñaría, aunque sea ajeno al encomio, ya que lo sabe sincero, honesto y poéticamente emocionado. Los invito, pues, a disfrutar verso a verso, de esta inspirada obra que cautiva por su esplendor, quedándose impregnada nuestra alma, como por ósmosis, en cada una de sus páginas y descansando en el horizonte la mirada…  

 

Félix Anesio

Miami. Agosto, 2012. 

 

jueves, 1 de noviembre de 2012

flor esquiva, un poema...


 

 
 
 
 
Flor esquiva



                                                          a R. I.




He sido muchas cosas; otras no.

Creo haber vivido la plenitud

                       la mediocridad

                          la indigencia

de mis días y mis noches.
 

He sido feliz, aún puedo decir;

pero no he sido nunca

—la ocasión me fue negada—

el hombre que gozara del amor

de una mujer distinta a las demás.
 

Quizás me vaya sin llegar

a tocar sus níveas manos,

sin besar su tersa mejilla,

          y creánme:

lo lamentaré profundamente;

       más les ruego:
 
¡no se lo digan nunca!




Felix Anesio. Miami, Nov. 2012.