“en
el equilibrio de la desesperanza entera”*
Siempre me han gustado
la física y la literatura. Recuerdo haber aprendido en el colegio (y luego,
durante años de estudio de ingeniería) que la mecánica clásica dicta tres tipos
de equilibrio de las cosas: estable,
inestable e indiferente. Pero, como se sabe, los procesos cognitivos
resultan sumamente complejos…; de hecho, nunca sentí mucha simpatía por la condición
indiferente de una rueda girando sobre
su eje y que sólo logra el equilibrio estando fija a su obligado centro. Igual
de incomprensible me resultaba el término estabilidad
y uno de sus ejemplos primordiales: el del péndulo, ése que siempre regresa
a la posición inicial bajo el dominio y servidumbre de la gravedad. Sencillamente,
no me identificaba, no sentía empatía alguna con estos laxos estados de las
cosas.
Más apasionante y
motivador, me resultaba, sin embargo, el concepto del desequilibrio, el de la inestabilidad
de las cosas. Sin gran esfuerzo de la memoria, queridos lectores, ustedes recordarán
la fascinación que produce ver un bastón suspendido en el aire sobre la yema
del dedo de un malabarista que se esfuerza para no verlo caer. Un bastón
tambaleante en el aire, una filosa espada sostenida por la punta, una torre
inmemorial cuanto más inclinada más atractiva. Todos, cautivadores y elocuentes
ejemplos del equilibrio inestable.
Bajo esta premisa
introductoria comprenderán por qué al llegar a mis manos una obra literaria, en
este caso, un poemario bajo el sugestivo título de El equilibrio de las cosas no demoraría en leerlo, más bien,
digamos, investigarlo. El autor es Ihosvay Hernández González, escritor cubano
residente en el gélido y apacible Canadá.
Ya, desde el instante en que asoman la
dedicatoria (a su madre) y los exergos –uno de Bolaño; el otro de Gastón Baquero -- presentí
el guiño irónico del poeta que no viene precisamente a ofrendarnos en bandeja
de plata, la paz, la felicidad, la estabilidad, la laxitud aparente de los momentos reflexivos de una existencia cantada en versos.
Y cito:
No
enfermarse nunca. Perder todas las batallas
Fumar
con los ojos entornados y recitar bardos provenzales
En
el solitario ir y venir de las fronteras
Esto
puede ser la derrota pero también el mar
y
las tabernas. El signo que equilibra
tu
inmadurez premeditada y las alegorías
Ser
uno y débil y moverse
ROBERTO
BOLAÑO
Cuando
yo era un pequeño pez,
cuando
sólo conocía las aguas del hermoso mar,
y
recordaba muy vagamente haber sido
un
árbol de alcanfor en las riberas del Caroní,
yo
era feliz.
GASTÓN BAQUERO
Que el libro lleve por título el de uno de sus
poemas, recolector de su esencia, es asaz lógico, justificable y adecuado. La exploración
constante del complejo equilibrio humano se nos presenta en versos hermosos, muy
depurados, finamente desgarrados a ratos, que encantan como el bastón de marras
o la espada filosa o la torre que se sostiene con gracia frente a los avatares
del tiempo.
El poemario es, al
decir de la prologuista Mercedes Eleine González: “…una suerte de búsqueda del
equilibrio interno, difícil de conseguir en la vida cotidiana, un depurado y
exquisito libro donde mejor se aprecia el símil, entre ese imaginario pájaro
que emprende el alto vuelo por el cielo y la más avanzada terrenal
intelectualidad de nuestros días.”
Sólo me resta dejarlos
en compañía de dos textos que he seleccionado para este artículo y que espero
disfruten tanto como yo lo he hecho:
ahora que
hemos renunciado al juego de servir
al esplendor de una casa
trayendo el miedo anclado en los ojos
ahora
que el mundo nos resulta otra cosa perenne
y la objetividad
se nos ha ido a mendigar por los corredores
de la vida
ahora que
decidimos ser otro en nueva piel sin obviar el pasado
miro el reflejo del sol en esta
mano
y pienso en los bosques sembrados en medio de
tu pena.
lego tu espacio y dejo
que sea tu propia razón la que escriba
la que diga
alguna otra nueva historia
sobre la razón de vivir
en plena desvergüenza.
[…]
Pero yo defiendo el
deleite de la memoria,
El verso inacabado.
Golpes que mascullan
Inflexiones equívocas
en la zanja del miedo
Sin detenerme,
Sin poder acaso verte
de espaldas cuando
Igualmente sé que
huyes.
No es aún la hora del
desquite, los esquemas
Han sido borrados con
premeditación.
Sombra de viajero,
Nos han cortado la
patria,
Nos hemos quedado
abordando un dilema
Fuera de los confines
de lo que fue nuestra madre.
Pero yo defiendo el
deleite de la memoria,
La posibilidad de
hablar de lo que aún nos falta.
La posibilidad de vivir
un espacio redimible, mayor.
Félix Anesio
Miami, Febrero, 2015.
Nota Curricular:
IHOSVANY HERNÁNDEZ GONZÁLEZ (Ciudad de la Habana, 1974). Escritor y poeta. Por
cerca de siete años se dedicó a escribir para la radio mientras vivió en La
Habana, Cuba. Desde el 2004 reside en Montreal, Canadá. En el 2011 publica su
poemario Verdades que el tiempo ignora, Editorial Linden Lane Press (Estados
Unidos). Es ganador de algunos premios literarios, entre los que destaca el
Primer Premio del concurso de cuentos “Nuestra Palabra” (Canadá, 2010), Reseña
Literaria Azafrán y Cinabrio Ediciones (México, 2008), y Segundo Premio de
cuento, Tendiendo Puentes, Universidad de Toronto (Canadá, 2005). Por un tiempo
se dedicó a realizar entrevistas a escritores cubanos para Diario de Cuba, Otro
Lunes, entre otras publicaciones digitales. Algunos de sus trabajos aparecen en
revistas literarias de Estados Unidos y Canadá, como «Linden Lane Magazine» y
«The Apostles Review».
Nota: El equilibrio de las cosas ha sido publicado en Miami, 2015 por Publicaciones
Entre Líneas.
*frase tomada de la
dedicatoria del libro.