En el borde.
Estaba otra vez en el borde, con la balaustrada quemándole los muslos, como cuando niño pegaba los cachetes ardidos por la cal para mirar entre las barras del fuste los gorriones piando en la acera del frente, hasta sentir en el fondillo la palmada quemante de la mano mojada de la madre porque te me pierdes muchacho, y él que no, que me duele, sorbiéndose los mocos mientras caía sobre sus nalgas la correa olorosa a cuero mojado: me duele... que viene gente, y el otro apretado a su cintura llevándolo y trayéndolo jadeante, aferradas las manos a la baranda del pretil que no sigas, que duele, que va a subir gente, que yo no soy y el otro desmayado a sus espaldas: yo tampoco. Yo tampoco voy a seguir estudiando, dice ella bebiendo un refresco recostada al pretil, esto da más. Y él que pregunta: y yo qué me hago. Yo te quiero, y ella le acaricia la mejilla con el dorso de la mano, pero quiero tener, porque yo..., pero ayer: por qué yo, santocielo, que me muero, me voy a morir, manchada de cal, babeada, llorando pegada la cara a la cal del pretil, que ahora le quema los muslos a él, aunque es de noche y no hay gorriones en la acera del frente cuando se desnuda y dobla la ropa y le queman los muslos las barras del fuste, pegado al pretil arañándole el vientre, raspando los muslos el pretil, dolida la rodilla sobre el pretil en el impulso, bajo los pies el pretil y el salto hasta estrellarse contra la acera, lejos ya del pretil.
Rúben Rodríguez González
Escritor cubano, residente en Holguín, Cuba.
Agradecemos a su autor poder publicar en nuestro blog este magnifico cuento, breve e intenso como la vida misma. Tomado del libro “Eros del Espejo”. Gracias a todos por leerlo.
brevedad, intensidad; el uso de la elipsis recorre la vida de un hombre atormentado hasta el final... magnifico cuento. gracias, ruben.
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