… las altas horas de la noche.
Hoy es tarde de domingo con lluvia y ventolera sobre Miami, válido pretexto para quedarse en casa y terminar de leer una novela, “Las largas horas de la noche” escrita por Antonio Alvarez Gil y publicada por la Editorial Plaza Mayor en su Colección Cultura Cubana, que como su propia editora Patricia Gutiérrez expresa—está constituída por un grupo de obras de temas polémicos, una colección diversa como la Isla misma,en que Cuba queda representada en su alucinante complejidad.
La novela llegó a mis manos una tarde cualquiera, en la que sorpesivamente se me apareció en mi trabajo un entrañable amigo estando yo sumergido en plena faena, como un asno de noria (Boti). No supe como agradecer ese gesto, a sabiendas de que había conducido por tantas millas hasta mi trabajo ubicado en la periferia de esta ciudad sin centro, y que hubiera dedicado parte de su tiempo libre a ese solo propósito. Estoy consciente de lo que significa conducir por las elongadas calles y expressways de esta ciudad extendida innecesariamente. Me conmovió el gesto. Acto seguido, después del agradecimiento y el estrechón de manos, sin apenas detener mi labor, sólo pensé en como encontrar el tiempo, esa reserva indispensable de tiempo para poder leerla. Y me dije sonriente (en mi trabajo puedo estar sonriente todo el tiempo):
¡Simple; haré más largas las altas horas de mis noches, y punto!
Luego de varias jornadas—no tantas, lo confieso— durante las madrugadas pude leerme esta excelente novela, que termino de leer hoy mismo, con el viento y la lluvia golpeando contra la ventana de mi habitación.
El libro es toda una fineza del señor Antonio Alvarez Gil, quién con un lenguaje hermoso, mesurado, suave y elegante, nos entrega la piel del Apóstol en su acepción más cercana a su naturaleza humana: la del hombre ante un conflicto vital que debe haberlo marcado definitivamente y que le hizo brotar más tarde, como justo tributo, un poema que casi todos los cubanos—así como los guatemaltecos, e hispanos en general — conocemos desde los tempranos textos de la escuela primaria: “La niña de Guatemala”.
Si bien es una novela de recreación histórica, por los personajes y el contexto, la trama se centra en el tema del complicado idilio amoroso con final trágico. A través de sus páginas podemos percibir los sutiles matices de esta relación imposible entre el brillante abogado y la culta joven guatemalteca; podemos incluso intuir su final aunque nunca hayamos estudiado la historia de la vida de José Martí. Los elementos sicológicos de la relación nos conducen gradualmente a este pensamiento…
Como decía antes, la prosa es admirable, sobre todo en la eficacia del retrato sicológico. Baste citar un párrafo que da inicio a uno de los capítulos donde se delinea metafóricamente, a mi entender, la incertidumbre del personaje central en esa pasantía por tierras guatemaltecas y que cito:
“En la penumbra de la ciudad nocturna, los faroles forman pequeñas islas de luz a lo largo de las calles desiertas. Tú eres apenas una sombra que se desplaza con paso apresurado por la avenida Cuarta. Al atravesar cada isla, tu silueta se dibuja un instante sobre los adoquines de la calle. Es un dibujo cambiante y deformado, aunque nítido. Luego desaparece, y te conviertes de nuevo en la sombra que camina por la ciudad dormida”.
El héroe se nos dibuja como un ser humano que ama, que siente, que duda y que padece, pero que se sabe cumplidor de su misión principal. No es el héroe estereotipado, magnificado y perfecto que muchas veces se nos presenta en algunos textos de carácter histórico. No es un superhombre, es simplemente un hombre que enfrenta su destino, sin que perdamos el encanto de su aura, sin dejar de ser lo que poéticamente definiera Lezama: ese misterio que nos acompaña…
Gracias a Antonio Alvarez Gil por esta fina novela; gracias al amigo entrañable que condujo tantas millas para que llegara a mis manos; gracias a ustedes como siempre, queridos lectores, por su atención.
Félix Anesio
Miami, 03/04/2012.
Nota: Otras novelas publicadas por la Colección Cultura Cubana.
Un ciervo herido, de Félix Luis Viera
Las puertas de la noche, de Amir Valle
Las criadas de La Habana, de Pedro Pérez Sarduy.
Las manzanas del paraíso, de Guillermo Vidal
María Virginia está de vacaciones, de Sindo Pacheco.
Otras.
gracias a su autor antonio alvarez gil.
ResponderEliminarUna muy buena reseña de un excelente libro. Gracias y saludos.
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