Félix Hangelini
Dos
sonetos de Félix Hangelini
Lento
sin mí
Lento sin mí la noche me deshora
y me desprende de la torre ausente,
y si todo termina, suavemente
me voy lento sin mí, sin mi demora
y sin esta llovizna que decora
el espejo en que estoy sobre mi frente,
un abismo de luz, con la estridente
forma sin luz que en mi alma se enamora.
Voy tan lento, tan nube, tan ligero,
que a veces pienso en medio del sendero
volver atrás tras el respiro hambriento.
Y tan lento presiento que te espero,
lento sin mí donde encendido muero
y otra vez me disipo por el viento.
Mañana
Mañana tras el bosque habrá una pena
para escapar del mundo momentáneo,
y una palabra tras la luz serena
y el alba como un párpado espontáneo
simulando la noche desde arriba,
donde queda algún grito penitente
o alguna sensación que se derriba
bajo el látigo agudo, persistente.
Mañana ya no sé dónde me esconda,
a veces fuego, a veces letanía
de lámparas brotando en su belleza,
mañana en que seré como la onda,
como un puñado de melancolía
en medio de mi paz y mi pobreza.
Félix Hangelini es el nombre literario de Félix
Ernesto Chávez López (La Habana, 1977-México D.F., 2012). ´El bosque escrito´
reúne el grueso de su obra lírica. El autor publicó en vida un solo poemario y
dejó un amplio y muy atendible número de poemas que por primera vez damos a
conocer al lector.
La poesía de Hangelini constituye una de las obras
más singulares de las últimas décadas dentro de la lírica cubana contemporánea.
Desde su casi anonimato, su reclusión, este libro pertenece, como la obra de
Emily Dickinson, a lo que Emerson llamó “la Poesía de Portafolio”: algo escrito
por la necesidad de expresión de su autor y sin la intención de ser publicado.
Gran lector de Pessoa, Dickinson, Whitman y Szymborska, Félix construye un
entorno y un rostro en que la palabra es escenario, máscara, tejido, distorsión
y, simultáneamente, continuidad de su dandismo y su personalidad. Hangelini
nombra a una bestia escrita que al mismo tiempo es antifaz y verdad, dispersión
y núcleo, teatralidad y vida. A partir de un eje vertical en el que va
describiendo su ámbito y sus preocupaciones al caer, el personaje poético
hangeliniano ama, se divierte, dialoga, contempla y asume con resignación el
curso natural y su gravitación altazoriana.
Notas: Agradezco a Yoandy Cabrera el haberme facilitado el uso de estos materiales de su muro de facebook y al blog "El bosque escrito".
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