Aquellos años
Alumbro el patio
en la madrugada
para ver los ojos
de los animales que llegan a comer
de mis residuos.
Sus entrenados
dientes hacen traquear los huesos
con un sonido que
asocio al hambre
de estos animales
que no gimen, ni ladran,
no pelean entre
ellos.
Se alimentan en
silencio sobre la sombra de la escasa luz,
como lo hicimos
en aquellos años
en que llegué a
tener la suficiente experiencia
para llegar al
tuétano
de los huesos que
mi hija le había despojado la carne.
También sobre la
sombra, bajo el vaivén de una lámpara de keroseno,
en silencio, como
esos animales que ahora contemplo.
Arístides Vega
Chapú
Cuba..
solo una cosa no hay, es el olvido... como dijera borges. excelente poema, aristides. lo celebro!
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