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miércoles, 5 de septiembre de 2012

… dos poemas de cira andrés.


 

JUEGO

 

Yo quería un tren, pequeño,

infatigable

para poner en su mentira

mis pasajeros, la nieve acumulada sobre los rieles,

o un sol luminoso

que invitara al resplandor

de lo que ha oscurecido.

 

Un tren distraído, melancólico

piadoso con los escarabajos,

que en el prodigio de su silencio

cargara fragmentos de mi,

del amor que se me hacía arena de reloj.

 

Un tren capaz de visitar ciudades imaginarias

ciudades que despiertan en ese mapa

donde el tiempo es el instante eterno

de la luz que atraviesa la ventana,

un tren, que sin marcharse nunca

me regresara siempre, desde ese mañana posible

a la hora en que me perdía, acomodando viajeros y equipajes

de una multitud que era yo misma.

 

Que sin marcharse nunca regresara

desde la bruma del tiempo, a jugar,

cuando hubiese llegado sola,

a mi destino. 

 

 

 

CLASE TURISTA

 

Por la ventana pasa la gaviota hambrienta,

el rosa pálido del cielo

semejante al caos de la flor,

a la piel del que me ignora,

sentado a unos centímetros de mi.

 

Los viñedos, las montañas,

la realidad se sucede

sobre estas líneas paralelas

ignorando el peligro y la belleza

suspensos en los tejados,

en el agua dorada de aquella playa

donde solo vi el recuerdo de unos ojos fríos.

 

Una niña confecciona por vez primera

la continuidad del paisaje,

la silueta negra de un animal pastando.

Un niño sube a la superficie de sus ojos

para crear la distancia

y colocar en castillos medievales

himnos

y soldados infatigables.

 

Todos juntos en el mismo destino,

en la misma avidez,

separados por historias,

odios, amores y vehemencias.

 

El espacio de un gesto se pierde

a una velocidad inusitada

y nos quedamos en el interior de una casa

de una ciudad tranquila.

Atravesamos miedos, amores reales

y fingidos,

amores que saltan como peces en el mar de la noche.

Otro corazón palpita ligeramente en el mío

y se sobrecoge

cuando una montaña lo atraviesa.

Otros figuran viejos faroles

destellando una luz reposada y débil,

quizás la luz de la añoranza.

Y en otros se festeja la velocidad

que parece inscrita en sus músculos,

en el rasgo audaz, convincente, de los ojos.

En ellos me acomodo,

soy una muchacha alegre que va resuelta

a encontrarse con el calor de la noche,

esperando desnuda al amante,

al muchacho que regresa en bicicleta desafiando la mole del tiempo.

 

Un simple roce de mirada

puede tejer un destino, una ilusión.

Una fuga de tu ser.

(tu animal saltará

para acosar unos labios húmedos

y volver, casi indiferente,

a otra ciudad o paisaje, siempre fugaz)

 

Despiertos o dormidos soñamos

con un futuro irrealizable en cada estación,

tiempo donde somos fantasma de un banco de parque,

caballos que se pierden en la bruma.

Todos soñamos la misma noche

y sentimos en el cuello

la misma liebre que se hunde.

Que se aprieta contra la arena de tu pecho.

Contra secretas arboledas. 

 

 

Cira Andrés. Agosto 2002.

 

 

2 comentarios:

  1. un placer publicar estos poemas hermosas de cira andres. felicitaciones, cira!

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  2. Siempre que los leo desarrollo nuevas sensaciones, me asaltan otras visiones. Esa es la tremenda capacidad de la poesía de Cira.

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