JUEGO
Yo quería un
tren, pequeño,
infatigable
para poner en su
mentira
mis pasajeros, la
nieve acumulada sobre los rieles,
o un sol luminoso
que invitara al
resplandor
de lo que ha
oscurecido.
Un tren
distraído, melancólico
piadoso con los
escarabajos,
que en el
prodigio de su silencio
cargara
fragmentos de mi,
del amor que se
me hacía arena de reloj.
Un tren capaz de
visitar ciudades imaginarias
ciudades que
despiertan en ese mapa
donde el tiempo
es el instante eterno
de la luz que
atraviesa la ventana,
un tren, que sin
marcharse nunca
me regresara
siempre, desde ese mañana posible
a la hora en que
me perdía, acomodando viajeros y equipajes
de una multitud
que era yo misma.
Que sin marcharse
nunca regresara
desde la bruma
del tiempo, a jugar,
cuando hubiese
llegado sola,
a mi destino.
CLASE TURISTA
Por la ventana
pasa la gaviota hambrienta,
el rosa pálido
del cielo
semejante al caos
de la flor,
a la piel del que
me ignora,
sentado a unos
centímetros de mi.
Los viñedos, las
montañas,
la realidad se
sucede
sobre estas
líneas paralelas
ignorando el
peligro y la belleza
suspensos en los
tejados,
en el agua dorada
de aquella playa
donde solo vi el
recuerdo de unos ojos fríos.
Una niña
confecciona por vez primera
la continuidad
del paisaje,
la silueta negra
de un animal pastando.
Un niño sube a la
superficie de sus ojos
para crear la
distancia
y colocar en
castillos medievales
himnos
y soldados
infatigables.
Todos juntos en
el mismo destino,
en la misma
avidez,
separados por
historias,
odios, amores y
vehemencias.
El espacio de un
gesto se pierde
a una velocidad
inusitada
y nos quedamos en
el interior de una casa
de una ciudad
tranquila.
Atravesamos
miedos, amores reales
y fingidos,
amores que saltan
como peces en el mar de la noche.
Otro corazón
palpita ligeramente en el mío
y se sobrecoge
cuando una
montaña lo atraviesa.
Otros figuran
viejos faroles
destellando una
luz reposada y débil,
quizás la luz de
la añoranza.
Y en otros se
festeja la velocidad
que parece
inscrita en sus músculos,
en el rasgo
audaz, convincente, de los ojos.
En ellos me
acomodo,
soy una muchacha
alegre que va resuelta
a encontrarse con
el calor de la noche,
esperando desnuda
al amante,
al muchacho que
regresa en bicicleta desafiando la mole del tiempo.
Un simple roce de
mirada
puede tejer un
destino, una ilusión.
Una fuga de tu
ser.
(tu animal
saltará
para acosar unos
labios húmedos
y volver, casi
indiferente,
a otra ciudad o
paisaje, siempre fugaz)
Despiertos o
dormidos soñamos
con un futuro
irrealizable en cada estación,
tiempo donde
somos fantasma de un banco de parque,
caballos que se
pierden en la bruma.
Todos soñamos la
misma noche
y sentimos en el
cuello
la misma liebre
que se hunde.
Que se aprieta
contra la arena de tu pecho.
Contra secretas
arboledas.
Cira Andrés.
Agosto 2002.
un placer publicar estos poemas hermosas de cira andres. felicitaciones, cira!
ResponderEliminarSiempre que los leo desarrollo nuevas sensaciones, me asaltan otras visiones. Esa es la tremenda capacidad de la poesía de Cira.
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