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martes, 12 de noviembre de 2019



Apuntes de Roberto Manzano sobre el poemario “Los cuervos y la infamia”.


Mucho tengo que agradecer a mi último poemario Los cuervos y la infamia publicado por Betania, España y Entre Líneas, Miami. Y no es solo que haya tenido el honor de presentarlo en la Feria del Libro Miami/2018 y que haya sido acreedor del prestigioso Florida Book Award; es que también me ha acercado a destacados poetas como Lilliam Moro, Félix Luis Viera, Lina de feria, Arístides Vega Chapú, Alberto Lauro, Antonio Arroyo Silva y otros a los cuales agradezco su acercamiennto crítico.

En esta ocasión recibo por correo eléctronico, desde Cuba, unas notas del prestigioso profesor, ensayista, editor y poeta Roberto Manzano. Las leo (y releo) asombrado por lo que, sin dudas, ha tenido que ser una lectura consciente y profundamente analítica de mis versos. Cada una de las notas apela al tema de cada uno de los poemas del cuaderno, y ese nivel de detalle revela la acuciosa lectura de Manzano.  

Hoy estoy de pláceme con este reseñar en forma de notas que lleva por título:

   APUNTES PARA HERMES DÍAZ LEYENDO LOS CUERVOS Y LA INFAMIA,
                                                   DE FÉLIX ANESIO.

Gracias infinitas al maestro Manzano al cual no conozco personalmente y que espero un día se haga real nuestro encuentro.

Por último no quiero cerrar este comentario sin agradecer a todos mis lectores que ya han agotado la edición española del libro. La edición de Entre Líneas puede adquirirse en Amazon, así como otros libros de mi autoría.

Saludos,
Félix Anesio
Miami, 12 de noviembre 2019



APUNTES PARA HERMES DÍAZ LEYENDO

LOS CUERVOS Y LA INFAMIA, DE FÉLIX ANESIO 

Una imagen turbadora la de los seminaristas. Lo que está contenido, sin decir. Una preocupación continua por el que pasa delante de sus ojos: quién es, hacia dónde va, cuál es su novela?

Duele mucho la inocencia en medio de este mundo de infamias. La bondad puede estar amenazada, y mirar con inquietud a su alrededor. Como bondad que es, se apiada. En apiadarse está el nido, la médula, la mirada última. La piedad que interroga vence a los cuervos.

Se describe lacónicamente, con gran economía de medios, y se sugiere mucho más de lo que se dice. Se habla con contención, pero debajo late la vehemencia.

La experiencia de la vida es un viaje por un laberinto sin regreso.

La vivencia siempre está contada en escorzo y velozmente, pero el lector adiestrado capta los veriles ocultos en esos pequeños islotes de expresión.

No trabaja expresamente con asociaciones, no evoca mundos, sino actualiza vivencias y destinos, que se tornan vigentes a través de pinceladas narrativas. Esas pinceladas son generalmente también dramáticas e implican grandes inquietudes y fracasos.

Parece dar por sentado que en lo horrendo pueda ocultarse también la belleza. Y la tarea del artista sería dar con ella, que es la más difícil de todas las bellezas, por el universo que tiene que habitar. La falta de simetría le hiere la sensibilidad, y es lo que prefiere cantar.

Mira con fuerza lo abisal: la blancura del pez de fondo, que contempla con ojo traslúcido. Comprender allá abajo qué pasa en la superficie.

Los personajes agónicos y disformes le atraen: los pinta con colores estrictos y sobre todo a través de preguntas. Trata de comprender.

La vida que vivimos tiene mucho de muerte. Pero el poeta ha de vivir después. La resurrección le concierne. Le preocupa que a un poeta no pueda llegarle la resurrección. Si es poeta está destinado a la resurrección.

Su imaginación es goyesca, expresionista, con frecuencia grotesca.  Lo grotesco es gran parte de su visualidad profunda. Los contornos de sus figuras rompen las simetrías, tienden a apagar sus colores.

La vida, como es dura y real, se comporta como una ley. Está elaborada, sufragada, e impuesta para cumplirse. Como sabía Kafka, se nos está enjuiciando, pero no sabemos ni por qué.

A veces parece que su voz cede ante la voz de sus personajes cantados, y ellos hablan en su voz dramáticamente.

La vida es como la música, que no puede ocurrir sin el silencio.

El exilio duele en el fondo, como un aullido.

Sus palabras, dichas en la aurora, han sido tomadas de la noche.

Hay una hidráulica interior, y el poeta se ve como un anegador nocturno, que distribuye flujos invisibles. En lo alto, se posan los cuervos.

En un momento parpadean muy rojos unos tomates físicos, el resto de la gama es de un sepia profundo, de índole psíquica. Los paisajes son verdaderamente interiores. 

Hay un honrado desconocer en lo hondo. Es mucho lo que desconocemos. Casi se puede afirmar, que lo esencial, aquello que decide nuestro paso por la tierra, lo ignoramos. De ese manantial de inquietudes nace la poesía.

El cuaderno es fuerte, pues posee una gran autenticidad.

Roberto Manzano
Párraga, octubre del 2019



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