Apuntes
de Roberto Manzano sobre el poemario “Los cuervos y la infamia”.
Mucho tengo que agradecer a mi último poemario Los cuervos y la infamia publicado por
Betania, España y Entre Líneas, Miami. Y no es solo que haya tenido el honor de
presentarlo en la Feria del Libro Miami/2018 y que haya sido acreedor del prestigioso
Florida Book Award; es que también me ha acercado a destacados poetas como
Lilliam Moro, Félix Luis Viera, Lina de feria, Arístides Vega Chapú, Alberto
Lauro, Antonio Arroyo Silva y otros a los cuales agradezco su acercamiennto
crítico.
En esta ocasión recibo por correo eléctronico, desde
Cuba, unas notas del prestigioso profesor, ensayista, editor y poeta Roberto Manzano. Las leo (y
releo) asombrado por lo que, sin dudas, ha tenido que ser una lectura consciente
y profundamente analítica de mis versos. Cada una de las notas apela al tema de
cada uno de los poemas del cuaderno, y ese nivel de detalle revela la acuciosa
lectura de Manzano.
Hoy estoy de pláceme con este reseñar en forma de
notas que lleva por título:
APUNTES PARA HERMES DÍAZ LEYENDO LOS CUERVOS
Y LA INFAMIA,
DE FÉLIX ANESIO.
Gracias infinitas al maestro Manzano al cual no
conozco personalmente y que espero un día se haga real nuestro encuentro.
Por último no quiero cerrar este comentario sin
agradecer a todos mis lectores que ya han agotado la edición española del libro.
La edición de Entre Líneas puede adquirirse en Amazon, así como otros libros de
mi autoría.
Saludos,
Félix Anesio
Miami, 12 de noviembre 2019
APUNTES PARA
HERMES DÍAZ LEYENDO
LOS CUERVOS Y LA INFAMIA, DE FÉLIX
ANESIO
Una imagen
turbadora la de los seminaristas. Lo que está contenido, sin decir. Una
preocupación continua por el que pasa delante de sus ojos: quién es, hacia
dónde va, cuál es su novela?
Duele mucho la
inocencia en medio de este mundo de infamias. La bondad puede estar amenazada,
y mirar con inquietud a su alrededor. Como bondad que es, se apiada. En
apiadarse está el nido, la médula, la mirada última. La piedad que interroga vence
a los cuervos.
Se describe
lacónicamente, con gran economía de medios, y se sugiere mucho más de lo que se
dice. Se habla con contención, pero debajo late la vehemencia.
La experiencia
de la vida es un viaje por un laberinto sin regreso.
La vivencia
siempre está contada en escorzo y velozmente, pero el lector adiestrado capta
los veriles ocultos en esos pequeños islotes de expresión.
No trabaja
expresamente con asociaciones, no evoca mundos, sino actualiza vivencias y
destinos, que se tornan vigentes a través de pinceladas narrativas. Esas
pinceladas son generalmente también dramáticas e implican grandes inquietudes y
fracasos.
Parece dar por
sentado que en lo horrendo pueda ocultarse también la belleza. Y la tarea del
artista sería dar con ella, que es la más difícil de todas las bellezas, por el
universo que tiene que habitar. La falta de simetría le hiere la sensibilidad,
y es lo que prefiere cantar.
Mira con fuerza
lo abisal: la blancura del pez de fondo, que contempla con ojo traslúcido.
Comprender allá abajo qué pasa en la superficie.
Los personajes
agónicos y disformes le atraen: los pinta con colores estrictos y sobre todo a
través de preguntas. Trata de comprender.
La vida que
vivimos tiene mucho de muerte. Pero el poeta ha de vivir después. La
resurrección le concierne. Le preocupa que a un poeta no pueda llegarle la
resurrección. Si es poeta está destinado a la resurrección.
Su imaginación
es goyesca, expresionista, con frecuencia grotesca. Lo grotesco es gran parte de su visualidad
profunda. Los contornos de sus figuras rompen las simetrías, tienden a apagar
sus colores.
La vida, como
es dura y real, se comporta como una ley. Está elaborada, sufragada, e impuesta
para cumplirse. Como sabía Kafka, se nos está enjuiciando, pero no sabemos ni
por qué.
A veces parece
que su voz cede ante la voz de sus personajes cantados, y ellos hablan en su
voz dramáticamente.
La vida es como
la música, que no puede ocurrir sin el silencio.
El exilio duele
en el fondo, como un aullido.
Sus palabras,
dichas en la aurora, han sido tomadas de la noche.
Hay una
hidráulica interior, y el poeta se ve como un anegador nocturno, que distribuye
flujos invisibles. En lo alto, se posan los cuervos.
En un momento
parpadean muy rojos unos tomates físicos, el resto de la gama es de un sepia
profundo, de índole psíquica. Los paisajes son verdaderamente interiores.
Hay un honrado
desconocer en lo hondo. Es mucho lo que desconocemos. Casi se puede afirmar,
que lo esencial, aquello que decide nuestro paso por la tierra, lo ignoramos. De
ese manantial de inquietudes nace la poesía.
El cuaderno es
fuerte, pues posee una gran autenticidad.
Roberto Manzano
Muy agradecido, maestro.
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