Cantarle a la lluvia, a la nieve, a todos los
elementos de la naturaleza ha sido inevitable para los poetas. Creo que no
existe el poeta que alguna vez no se haya inspirado en ellos; al menos, yo no
lo he encontrado en mi apasionada —y ya larga— vocación lectora. Y es que algo
tan esencial para el humano suele posarse intempestivamente, como en un rapto, sobre
la hoja en blanco; tomarla por asalto, emplazarse en su dominio, hacerle un
guiño al poeta, y éste debe tratar de escudriñar el arcano, intentar el
redescubrimiento de su sino y recrearlo en todo su esplendor.
Un día, del que aún no logro arrepentirme, escribí algo
que, más que un poema, era una diatriba contra la nieve sin haberla conocido antes.
Qué insensatez la mía (de hecho, el poema se titula Insensatez) que me provocó esa intensa emoción frente a lo
deconocido! Quizás para la poesía no haya límites impuestos por el conocimiento
y sólo los límites sean los de la imaginación cuando se inspira.
Ahora tengo ante mí tres excelentes textos inéditos llegados
de ultramar, de una España saturada por la lluvia y la nieve. Son tres poemas de
Luis Llorente que me ayudan a comprender mejor estos elementos; encontrarle su
relaciٕón con todas las cosas y disfrutar de la belleza por él develada.
Hoy este blog se complace en presentarle a Luis
Llorente Benito, jóven poeta español que nos deleita con palabras indomables/… como dardos de incierta certidumbre.
SÍLABAS
DE LLUVIA
Sílabas de lluvia
a quien camina van diciendo la sordera:
al final es un sonido largo
porque ya no existe el tiempo. Y miras
la entregada incertidumbre,
días donde la hierba
crece extraña y en silencio. Fulgura
el hechizo
como savia de la nada ya cautiva:
agitada luz,
cierras los ojos y no encuentras
la apariencia inmóvil: insondable lejanía
que corona cada tarde
la certeza de tus pasos,
lo mismo que la luz
apunta al corazón:
la última defensa del pájaro que ha muerto.
LA
NIEVE DEL NOMBRAR
Nieva en las fronteras indomables,
donde la voz o el rostro de un recuerdo
persigue el círculo secreto
que la luz disuelve en su apariencia.
Vuelve la mirada perpleja
de quien conoce solo
en su estancia una estancia más oculta.
¿Qué latido
legitima este don para nombrarte?
¿Qué senda
de silencio y de apagado fuego?
(Estás en el aire
y no te reconoces). Las nubes
dejan sobre las fronteras
su rito y su belleza.
La tristeza es un eclipse
donde abrir la puerta a otro lugar.
La lentitud de cada pájaro
que del viento lleva a la memoria
otra sangre de amor y su salida.
Con los tentáculos del día
definimos cada sombra,
cada rincón de nieve
tocado y bendecido por la luz.
Es la tierra lo que lentamente
entrega cada poro de sorpresa,
encuentra límites de oscuridad
y dibuja con su canto la intemperie
del mirar callando en el asombro,
la templanza del paisaje y de sus pieles muertas.
EL
INVIERNO
El invierno forma huellas,
deja al viento
los temblores aceptados, como música
que en su tangible luz repite
la orfandad de cada cosa,
lugares enlazados tras la niebla,
límites de seca mansedumbre
y relojes recorridos
por lentos pájaros de nadie.
Aquí las horas son
raíz del luto,
soledad de quien camina
y vende a su sombra
otra sombra de sí mismo.
El invierno es triste y transparente,
como acaso las palabras
indomables, como inéditos
encuentros con la muerte,
como dardos de incierta
certidumbre. Transformar
cada lugar con la mirada
y dejar ardiendo la apariencia,
confesar que somos los fantasmas
de nosotros mismos, la tela
que se pierde entre la luz, los borrados
perfiles de ese rostro.
Mirar al fondo y no reconocer
el sonido de la lluvia,
saturarse las manos
en amor llevado a otra tormenta,
encender la piel y de su tacto la hermosura.
Luis Llorente (Segovia, España, 1984)
Poemas inéditos
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